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En depuración, la contaminación que más eficazmente se depura es aquella que no llega a la depuradora. Por ello, este artículo intenta justificar una vía real de conseguir que los sistemas de depuración de aguas usadas sean eficaces sin tener que llevar a cabo cuantiosas inversiones, aplicando un consistente escenario de control de contaminación en origen.
La carga contaminante, tanto convencional como de sustancias refractarias a la depuración, se incrementa paulatinamente en las aguas residuales. Además, de todas las contribuciones a las mismas, los vertidos industriales son los únicos sujetos a seguimiento periódico al existir normativas aplicables al efecto. En todo caso, reducir la carga contaminante que llega al saneamiento, la denominada reducción de contaminación en origen, puede abordarse por dos vías: la fabricación de productos de uso cotidiano tanto doméstico como industrial que sustituyan compuestos químicos más agresivos frente al entorno (y más refractarios a la depuración en las EDAR municipales) por otros más sostenibles ambientalmente; o bien favorecer la implantación de rutinas de predepuración de efluentes en las propias industrias, no teniendo que ser tal práctica gravosa para el industrial, sino al contrario. Finalmente, toda práctica de reducción de contaminación facilitará la explotación y maximizará el rendimiento de nuestras depuradoras, abaratando costes y consiguiendo una mayor sostenibilidad ambiental.
Por todo ello, el concepto de control de contaminación en origen ha de formularse bajo dos matizaciones.