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Cada 22 de marzo de celebra el Día Mundial del Agua, que en 2019 lo hace bajo el lema ´Sin dejar a nadie atrás´, enfatizando el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6 para 2030 (garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos). Una efeméride que Fundación Aquae aprovecha para poner el foco en el futuro próximo: si se continúa con la actual tendencia de consumo de este recurso, en 2050 la mitad de la población sufrirá escasez de agua.
Actualmente, el 40% de la población mundial vive en cuencas hidrográficas bajo estrés hídrico y dos terceras partes de la población mundial vive, al menos durante un mes al año, bajo estrés hídrico. El 50% de las personas que se enfrentan a esta escasez de agua vive en China e India. Otras zonas afectadas por estrés hídrico grave son la región mediterránea, Oriente Medio, Asia central, África subsahariana, Australia o el oeste de América del Norte.
Según explica Aziza Akhmouch, responsable de la División de Ciudades, Políticas Urbanas y Desarrollo Sostenible de la OCDE y miembro del Consejo de Estrategia de Fundación Aquae, "cuando hablamos de los países que mayor estrés hídrico sufrirán en el futuro, no hay que dejarse engañar por los promedios a nivel nacional. Es el caso de Brasil, un país que concentra el 12% de los recursos hídricos del mundo y algunas de las cuencas más grandes del planeta (Amazonas, Paraná, São Francisco), pero que, a su vez, también sufre riesgo de escasez de agua, como demostró la severa sequía que afectó a la región sudeste en 2015 o la región noreste entre 2012 y 2016".
Si actualmente en nuestro planeta viven más de 7.700 millones de personas, de las cuales 2.100 millones (3 de cada 10) carecen de acceso a agua potable y disponible en el hogar y 4.500 millones (6 de cada 10) no disponen de un saneamiento seguro; para 2050, las proyecciones de la OCDE señalan un aumento de la demanda del agua en un 55% (respecto al año 2000), lo que se espera siga exacerbando estas tendencias de estrés hídrico. En concreto, para 2050 se prevé que 240 millones de personas continúen sin acceso a agua y 1.400 millones, sin servicios básicos de saneamiento. Es decir, que de las 9.400-10.200 millones de personas que habitarán la Tierra en 2050, la mitad (unos 5.700 millones) se verá afectada por la escasez de agua, según el último Informe Mundial de Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos coordinado por la UNESCO (2018).
"Para hacer frente a estos desafíos del futuro, no hay una única solución que sirva para todos los países, pero sí existe un menú de opciones que estamos observando y que combina básicamente tres elementos: implementar soluciones técnicas (por ejemplo, infraestructuras más eficientes o sistemas inteligentes de gestión de los servicios del agua); establecer herramientas de políticas encaminadas a hacer un uso más eficiente de este recurso; y mejorar la gobernanza del agua ya que, además de plantearse qué hacer, también es clave proponer quién hace qué y por qué, a qué nivel de gobierno y el cómo", destaca Akhmouch.
Huella hídrica urbana
Actualmente, la mitad de la población mundial vive en ciudades. Esta concentración urbana exige crecientes dotaciones de agua, mecanismos de gestión cada vez más complejos y sistemas de dotación de infraestructuras tecnológicamente avanzadas. Además, hay que tener en cuenta que esta creciente población es cada vez más vulnerable a los impactos del cambio climático (aumento del nivel del mar, de las precipitaciones, inundaciones, ciclones y tormentas más fuertes y frecuentes, así como periodos de mayor calor y frío extremo).
A todo ello hay que sumar que las costumbres urbanas aumentan la huella hídrica (HH). La HH es un indicador medioambiental que define el volumen de agua dulce total usada para producir los bienes y servicios que consumimos habitualmente: un kilo de ternera necesita unos 15.000 litros de agua; una taza de café, 140 litros; una camiseta de algodón, 2.700 litros; unos vaqueros, 10.850 litros o un microchip, 32 litros. Por tanto, la huella hídrica de un país como China, donde solo el 42% de su población vive en ciudades, es de 2.900 litros de agua por habitante al día; mientras que Estados Unidos, donde el 82% de sus habitantes vive en ciudades, tiene una HH de 7.800 litros de agua per cápita al día.
"Si tenemos en cuenta que en 2050 el 70% de la población mundial vivirá en ciudades, estas deberían de tener una visión más estratégica y amplia del agua en sus carteras económicas, sociales y ambientales. La coordinación entre políticas relacionadas con el agua es esencial porque los resultados del agua a menudo son impulsados por decisiones tomadas en áreas de políticas en las que los administradores del agua tienen poco o nada que decir", señala Aziza Akhmouch. "También se requiere la coordinación entre "lugares" para superar los desajustes territoriales y favorecer la cooperación entre las ciudades y sus alrededores, dadas sus interdependencias relacionadas con el agua. Por ejemplo, las asociaciones rurales-urbanas pueden ser soluciones en las que todos ganan, beneficiando a las ciudades, las comunidades y los ecosistemas en sentido ascendente y descendente", añade Akhmouch.
El conocimiento de la huella hídrica urbana (agua utilizada dentro de las fronteras de una ciudad) es un importante avance en el reto de la gestión del agua en las metrópolis. En este sentido, destacan los proyectos ‘Urban Water Footprint’, impulsado por la UE entre 2012 y 2014, en el que participaron Vizenza (Italia), Innsbruck (Austria) y Wroclaw (Polonia); y ‘Huella de Ciudades’, que en 2015 presentó sus resultados tras analizar la HH de La Paz (Bolivia), Lima (Perú) y Quito (Ecuador). Para calcular la HH urbana se tiene en consideración el ciclo integral del agua: captación, almacenamiento, potabilización, distribución, saneamiento, depuración y vuelta al medio natural.
El Día Mundial del Agua, que se celebra desde 1993, está coordinado por UN-Water, mecanismo de colaboración de la ONU para temas relacionados con el agua potable en el que participan gobiernos y otras entidades.